Alejandro Nadal / La Jornada
El Premio Nobel de
economía este año es para economistas antagónicos. Es como si le
hubieran dado el premio de medicina al creador de un veneno mortal y, al
mismo tiempo, al inventor del antídoto. O como dice Yanis Varoufakis,
es como si le hubieran dado al mismo tiempo el premio de física a
Galileo y al inquisidor que le condenó. Para como se las gastan en el
Premio Nobel, esto no debiera sorprender. Este año le ha tocado a Eugene
Fama, Lars Peter Hansen y Robert Shiller. Si dejamos de lado el
interesante trabajo econométrico de Hansen, se trata de una extraña
decisión.
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