Alberto Aziz Nassif / El Universal
Cada vez que hay un fenómeno natural en México, sismos, temblores,
huracanes, inundaciones, sale a relucir el nudo de las condiciones
sociales que producen los desastres.
La mirada se centra en un mar de corrupción, de intereses oscuros, y,
al final, nos quedamos igual que al inicio: a la espera de la próxima
emergencia. ¿Existe alguna manera en la que se puedan evitar los
desastres? ¿Se podrá terminar con la enorme impunidad que rodea a las
víctimas? ¿Será posible que la ley pueda regular a los intereses que
rondan como moscas el origen de los desastres? Quizá la respuesta a
estas preguntas sea negativa, veamos por qué.
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