Víctor Hugo Martínez - Milenio
Se cumplen siete años de la llamada Cuarta Transformación. Siete años que abarcan el sexenio de López Obrador y el arranque de Claudia Sheinbaum. Eso es un hecho, una marca en el calendario político del país.
Pero no es ahí donde debería estar el foco.
Porque más que hablar de la 4T —que ya tendrá quien la festeje— habría que mirar lo que se ha desdibujado en el camino: la oposición mexicana, esa figura que en cualquier democracia funcional sirve para tensar el debate, corregir excesos, advertir riesgos.
Aquí, esa oposición ha sido testigo, no protagonista. Ha sido eco, no voz
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