- La capacidad de la fuerza gobernante para modificar la Constitución sin necesidad de negociar con las minorías, si así lo desea, resulta inquietante, al margen del signo ideológico del partido en el poder
La Cámara ed Diputados, en una fotografía de archivo. CÁMARA DE DIPUTADOS (EFE)
Jorge Zepeda Patterson - El País
Es comprensible la preocupación que provoca en la oposición la mayoría calificada que habrá de tener Morena con sus aliados en el Congreso a partir de septiembre. La capacidad de la fuerza gobernante para modificar la Constitución sin necesidad de negociar con las minorías, si así lo desea, resulta inquietante, al margen del signo ideológico del partido en el poder. Uno pensaría que, sin contrapesos reales, solo la moral y la conciencia de los dirigentes de Morena podrían evitar abusos contra la expresión de otras fuerzas políticas.
No es así del todo, porque el poder real reside en gran medida en los llamados poderes fácticos, responsables entre otras cosas del 75% de la generación del PIB, y el grueso de ellos no están con Morena. Lo de la mayoría constitucional, en todo caso, haría el piso un poco más parejo para estar en condiciones de paliar la desigualdad que generan las lógicas del mercado en contra de las mayorías, estén o no en el poder. (Pero eso es otra discusión).
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