Foto Roberto García Ortiz
Rolando Cordera Campos / II - Periódico La Jornada
A María Amparo Casar mi solidaridad
Rexaminar la “idea del desarrollo” es fundamental. Repensar hoy enfoques y políticas, visiones y ambiciones que han buscado combinar el ejercicio de una racionalidad económica, impuesta por la penuria originaria y la competencia descarnada que acompaña la evolución del mundo moderno, con la acción colectiva, la política y la acción del Estado en torno a propósitos de reivindicación social, como ayer lo hicieron los pioneros del desarrollo así nombrados por el Banco Mundial, cuyos esfuerzos parecían arrollados por las muchas batallas que se libraron al desplomarse la bipolaridad global, vivirse la vuelta al capitalismo en Europa del Este y asistirse a la gran irrupción asiática encabezada por China, pero antecedida por Japón y seguida por Corea y Vietnam, Indonesia y Tailandia.
Nosotros hicimos nuestra propia renovación estructural, celebrada urbi et orbi como un “milagro”, que buscaba romper la fatalidad latinoamericana de altas inflaciones con muy bajos crecimientos. Presentada como “desarrollo estabilizador” llevó a presumir su versatilidad, resiliencia y solidez de sus grupos dirigentes; un camino que contemplaba apertura económica y liberalización comercial, por ello el ingreso, en 1986, al Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT), como bien me recuerda el colega Fernando de Mateo.
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