Hay un descontento por la presión fiscal de este Gobierno en nombre de la justicia social y el déficit
La comparación es ya habitual en Francia y suena a amenaza: “¿Y si
resulta que el equipo de François Hollande es como el de José Luis
Rodríguez Zapatero?”. François Hollande y los suyos son los lejanos
sucesores de François Mitterrand, como José Luis Rodríguez Zapatero y su
Gobierno lo fueron de Felipe González. La diferencia entre ambas
generaciones está en la profesionalidad del pasado y el amateurismo del
presente. No obstante, hoy por hoy, este juicio es injusto con François
Hollande, pues el presidente galo ha consumido poco más de seis meses de
sus cinco años de mandato. Hollande sabía que al principio, es decir,
durante los dos primeros años, tendría que afrontar lo más difícil,
pero, seguramente, no había medido bien el alcance de esta dificultad.
En cualquier caso, pocas veces hemos tenido en Francia un ambiente
político y psicológico tan malo y cargado de nerviosismo. Por supuesto,
está la crisis que azota al mundo, pero en Francia es relativa: el país
no está en recesión, sino estancado. Por supuesto, François Hollande se
enfrenta a una herencia, la de Nicolas Sarkozy, objetivamente
catastrófica: déficit exterior sin precedentes, fuerte incremento del
paro, clima de inseguridad, deuda desbocada, etcétera. Sin embargo,
aunque los esfuerzos que exige la crisis tienen su parte de culpa, la
verdadera razón del descontento no es esa. No, en mi opinión, la
verdadera razón es la presión fiscal que este Gobierno ha impuesto al
país en nombre de la justicia social y el equilibrio contable.
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