Oscar Pimentel / Eje Central
A fuerza de la inercia que se repite cada año y de los mensajes de los
medios de comunicación, rigurosamente programados con la suficiente y
oportuna anticipación, el espíritu navideño termina por establecerse en
nuestra vida cotidiana. De pronto todo es solo navidad y año nuevo;
todo se mueve en torno a la idealización de los momentos clímax de la
cena navideña y del crucial instante de las doce horas del último día de
este año y las cero horas del próximo. Y después lo mismo: el regreso
al trabajo, a la escuela y a la misma rutina. Cambia algo? Nada …o casi
nada.
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