Santiago Carbó / El País
En todas las profesiones hay, desigualmente repartidas, mentes
brillantes y reconocidas, esforzados héroes anónimos, parásitos y falsos
profetas. La economía no es una excepción. Las mezclas a veces son
confusas cuando el puente que cruza lo académico y se adentra en lo
mediático se vuelve ancho. O cuando parte de lo mediático sin un origen
científico reconocido. En el mundo académico el reconocimiento se
alcanza (cada vez más afortunadamente) por la capacidad de convencer a
otros investigadores de que tus resultados son publicables en alguna
revista reconocida, con impacto. En muchos países no cabe entender el
reconocimiento hacia un economista si ese esfuerzo no es reconocible y
algunos de los más citados acaban ocupando puestos de responsabilidad,
con mayor o menor acierto pero con la legitimidad de su esfuerzo previo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario