Brasil es el segundo mayor productor de transgénicos
en el mundo: ha cedido 37.1 millones de hectáreas a este tipo de cultivos. De
ese total, 24.4 millones se destinan a la siembra de soya genéticamente
modificada, y el resto se reparte entre maíz y algodón. Mientras los defensores
alegan que se podrán abatir tanto el hambre como el uso de herbicidas, los
ecologistas señalan el riesgo de perder plantas y semillas que constituyen un
patrimonio genético de la humanidad
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