martes, 2 de julio de 2024

LOS FINES DE SEMANA DE SHEINBAUM Y LÓPEZ OBRADOR

Jorge Zepeda Patterson - Milenio

Alfredo San Juan

Los empresarios urgen a Claudia Sheinbaum a pintar su raya. Es decir, a tomar distancia de López Obrador o, por lo menos, a mostrar claras señales de lo que serán las peculiaridades de su gobierno. Están equivocados, no es el momento para eso, que ya habrá seis años para no solo pintar rayas sino todo lo que traiga en el tintero. Quizá hubo algunas intenciones de hacerlo los primeros días, llevada por el entusiasmo de la victoria y la necesidad de enviar señales tranquilizantes a los mercados, súbitamente alarmados por las mayorías legislativas del partido en el poder. Pero esos esfuerzos cesaron, por lo menos para efectos declarativos.

Y es que en las primeras dos semanas López Obrador y Claudia Sheinbaum hicieron un poco box de sombra, tanteando el terreno, inciertos del papel que tocaba a cada uno en esto que, como ha dicho el Presidente, es terreno inédito. No hay códigos ni normas escritas o no escritas para esto que no se ha vivido antes. Él hace esfuerzos evidentes para no hacer o decir algo que le haga parecer como un titiritero o el poder tras la sombra de lo que vendrá el próximo sexenio. Pero, al mismo tiempo, dejando en claro que intenta gobernar hasta el último instante. Ella, haciendo la difícil tarea de mostrarse como la portadora perfecta de una fórmula que, de por sí, es contradictoria: continuidad con cambio. Es decir, en la que las señales de continuidad sean tranquilizantes para López Obrador y las muestras de cambio lo sean para los mercados.

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