Víctor M. Toledo / La Jornada
Si estamos inmersos en una crisis de civilización, tesis formulada hace dos décadas hoy casi unánimemente aceptada, las vías para superarla no pueden venir sino de posiciones críticas inéditas, construidas desde nuevas epistemologías, y que conllevan una praxis política totalmente diferente a la asumida por los movimientos de vanguardia, incluyendo los más avanzados. Hasta donde alcanzo a mirar, la única corriente que logra realizar una crítica completa a la civilización moderna es aquella que, sin proponérselo, se finca en lo que podemos denominar una ecología política. Esta parte de un principio formulado en la década de los setentas por G. Skirbekk (
Ecologie et marxisme, L’Espirit, 1974): la transformaciones sociales ya no pueden explicarse a partir de la contradicción entre las
fuerzas productivas y las relaciones de producción, sino entre esas y las
fuerzas de la naturaleza.
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