Raymundo Riva Palacio / Eje Central
RIO
DE JANEIRO.– La iglesia de Nuestra Señora de la Peña se ve erguida y
brillante, al salir del Aeropuerto Internacional Antonio Carlos Jobim
rumbo a Río de Janeiro. Construida sobre un peñasco en lo alto de una
colina, este santuario católico del Siglo XVIII es un símbolo de los
suburbios cariocas. A sus pies se extiende una plasta grisácea de miseria y convulsión. Son las favelas
de la Peña y Marea, que atravesarán casi un millón de fanáticos que se
esperan para la Copa del Mundo de Futbol, y que en los últimos días desafiaron la fuerza militar del gobierno brasileño, generando una inestabilidad social que, animada por el narcotráfico, quiere propagarse.
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