Jörg Bibow / El País
En Francia y Alemania la moneda común europea suscitó
esperanzas y aspiraciones en general contradictorias. Para Francia, lo
primordial era crear una unión monetaria que pusiera fin a la dependencia
monetaria que producían tanto los caprichos del dólar estadounidense como la
hegemonía regional del marco alemán, y también constituir una moneda de
referencia mundial que en realidad pudiera plantarle cara al dólar dentro de un
nuevo orden monetario internacional. Para Alemania, por el contrario, lo
principal era evitar que la fortaleza del marco minara la competitividad
germana dentro de Europa. El carácter de divisa de referencia y la excesiva apreciación
de la moneda entran en conflicto con el modelo alemán, basado en una economía
orientada a la exportación.
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