Letras Libres
Boston se ha convertido en el símbolo más reciente del terror. No podía
haber un contrapunto más atroz a la alegría, la hermandad y el esfuerzo
que encarna un maratón popular que esas dos mochilas con explosivos y
metralla colocadas el lunes a ras del suelo en la meta. Las imágenes de
decenas de corredores con las piernas destrozadas son el compendio de la
vileza y la insania.
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