David Márquez Ayala / La Jornada
La tradicional insuficiencia
de ingresos públicos propios por la incapacidad gubernamental de captar
bien y equitativamente los impuestos frente a una creciente presión de
gasto (en buena parte disfuncional) ha llevado a una aceptación viciosa
de gobiernos y legisladores de que operar con déficit presupuestal
crónico es una política sana. No lo es.
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