- Las audiencias del ataque al Capitolio y el clima de fractura política alientan la discusión sobre si el país se encamina hacia un nuevo conflicto fratricida
Iker Seisdedos - El País
Hay palabras que se resisten a convivir a la ligera. ‘Guerra’ y ‘civil’ son dos de esas palabras. Pero el caso es que se escuchan juntas frecuentemente estos días en Estados Unidos. Y no son las jeremiadas de cuatro extremistas: han resonado durante las seis semanas de audiencias de la comisión que investiga el ataque al Capitolio en boca de congresistas, de insurgentes que participaron en el asalto y de colaboradores de Donald Trump que se apearon en marcha del tren que iba a toda máquina hacia el golpe de Estado. También aparecen en ensayos y en artículos periodísticos y académicos, así como en discursos de políticos moderados.
Puede sonar exagerado ―y no sería raro: simplificar y exagerar son deportes nacionales en esta sociedad― pero, arguye Barbara F. Walter, profesora de Ciencia Política de la Universidad de California en San Diego, también parecía absurdo durante los meses o años previos a que estallaran conflictos en los lugares, desde Yugoslavia hasta Siria o Irak, que ella estudia para entender el modo en el que se ha desatado la violencia en las últimas tres décadas y las lecciones que cabe extraer para evitar que vuelva a suceder. “Mientras me dedicaba a ese trabajo, me di cuenta de algo inquietante: las señales de inestabilidad que identificamos en otros países son las mismas que he comenzado a ver en el mío”, explica en How Civil Wars Start (Cómo empiezan las guerras civiles, Crown, 2022).
No hay comentarios:
Publicar un comentario