- Ante la creciente demanda de coyotes, el crimen organizado entró en escena, con resultados crueles y violentos.
Por Miriam Jordan - The New York Times
CARRIZO SPRINGS, Texas — Desde la calle, la casita café era ordinaria pero agradable. En la cerca de alambre colgaban un autobús escolar amarillo y un camión rojo de juguete. La fachada de la casa tenía una gran estrella solitaria texana. Pero en el patio trasero había una casa remolque destripada que un fiscal describiría luego como una “casa de horrores”.
Fue descubierta un día de 2014, cuando un hombre llamó de Maryland para reportar que su padrastro, Moisés Ferrera, un migrante de Honduras, estaba siendo retenido ahí y torturado por los traficantes que lo habían introducido a Estados Unidos. Sus captores querían más dinero, dijo el hijastro, y golpeaban las manos de Ferrera con un martillo con la amenaza de continuar hasta que la familia lo enviara.
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