Luis Rubio - El Siglo de Torreón
La frontera México-Estados Unidos es
un mundo peculiar: parte mexicano,
parte americano y, a la vez, distinto
a ambos. Sobre todo, es absolutamente diferente a lo que imaginan los políticos en
Washington o la Ciudad de México. La
frontera ha ido adquiriendo su propio carácter por sus circunstancias particulares: el desdén de sus gobiernos centrales,
la distancia a las capitales respectivas y,
sobre todo, la dependencia mutua que cada punto de la frontera ha desarrollado.
El Paso no podría existir sin Ciudad Juárez y ambas viven en medio de un desierto inhóspito que las atrae en lugar de repelerlas. El reto, y la oportunidad, para
México no radica en volver a aislar la zona fronteriza (que es lo que se está haciendo) sino en integrarla con el país a la
vez que el país se integre con la propia
frontera.
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