- Familias de migrantes denuncian la situación en el albergue de la capital mexicana donde murió una niña en mayo
El edificio tiene dos torres de vigilancia con policías armados del Estado de México. Para ingresar, los niños migrantes pasan una puerta enrejada y un arco detector de metales. A partir de allí, estarán encerrados e incomunicados. Se les asignará una de las habitaciones con literas de cemento y colchoneta, de las que muchos salen con infecciones de chinches, ronchas, diarrea y anginas. Algunos dormirán en los pasillos, hacinados entre cientos más que vienen desde Centroamérica, Asia y África cargando un pasado de violencia, privaciones y trauma. Podrán ver a sus papás tres veces por semana por quince minutos. Tres comidas al día, un patio y un televisor serán su mundo por los siguientes días o meses.
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