- Lo que resulta extraño es que aquellos que se autodenominan líderes progresistas, etiqueta que necesariamente evoca el deseo de cambio, sólo vean incentivos sin apreciar las oportunidades
Incentivos. Últimamente nos encanta esa palabra. La utilizamos (con razón) para explicar cualquier acontecimiento de la vida pública. Consideremos la trayectoria reciente de los tres partidos españoles que se definen a sí mismos como progresistas. Decimos que uno, Ciudadanos, ha girado hacia la derecha y ahora pacta exclusivamente con los conservadores porque tiene incentivos para ello: es en ese espacio donde puede crecer electoralmente. Los dos restantes, PSOE y Unidas Podemos, llevan meses desgastándose en una negociación carente de confianza hasta el último minuto en lugar de buscar puntos comunes de partida porque carecen de incentivos para un pacto sincero: la incertidumbre electoral es elevada; nadie quiere dar pasos en falso que ahuyenten a los votantes potenciales (muchos compartidos por ambos), o que produzcan un Gobierno sobre el que después no habrá poder de veto por la imposibilidad de una mayoría alternativa en el Congreso.
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