Luis Rubio -El Siglo de Torreón
El electorado mexicano le quitó la
máscara a la narrativa dominante y al establishment y eligió al
candidato que prometía cambiar los
vectores de la política y la economía
del país. Desde la elección, pero particularmente desde el 1ero. de septiembre en que el Congreso entró en funciones, los contingentes morenistas y
sus aliados se han comportado más como una fuerza de choque que quiere
alterar el orden establecido sin que
medien procedimientos formales o negociaciones, que como un grupo parlamentario institucional. La lógica detrás de este modo de proceder responde a la concepción de que llegaron al
poder independientemente de las elecciones: en lugar de haber ganado, se
les reconoció su triunfo. Es decir, hay
un enorme ánimo revanchista, un encono soterrado en muchos de los actores clave de la coalición de Morena. La
gran pregunta para el futuro es si López Obrador secundará esta concepción o si asumirá la presidencia como
un estadista responsable ante la totalidad del electorado.
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