León Bendesky / La Jornada
Se espera que los
individuos ahorren colocando sus fondos en los que se llaman activos
monetarios, es decir, aquellos que pueden convertirse rápidamente en
dinero. Son líquidos, según se dice en las finanzas. Se espera,
igualmente, que los empresarios pongan en marcha la producción y creen
empleo, influidos básicamente por la expectativa de obtener una ganancia
también en la forma de dinero. Con esas consideraciones empezó Keynes
su Breve tratado sobre la reforma monetaria, publicado en 1923.
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