José Romero - Periódico La Jornada
El TLCAN fue la respuesta neoliberal a la crisis de la deuda, atribuyendo la responsabilidad al modelo de sustitución de importaciones. Para entonces, México ya había liberalizado el comercio: redujo aranceles tras su ingreso al GATT y exportaba libremente a Estados Unidos a través de la maquila y el Sistema Generalizado de Preferencias.
El tratado no tuvo como objetivo abrir mercados, sino facilitar la inversión extranjera directa (IED): eliminó los requisitos de asociación con mexicanos y de contenido nacional, garantizó los derechos de propiedad intelectual y otorgó “trato nacional” a empresas extranjeras. Como resultado, el capital nacional fue desplazado del sector manufacturero, dejando el dominio a las transnacionales bajo la ilusión de que esto llevaría a México al primer mundo.
Entre 1940 y 1982, el ingreso per cápita creció a 3 por ciento anual, duplicándose cada 23 años. En contraste, entre 1994 y 2024, con un crecimiento promedio de sólo 0.65 por ciento anual, tomaría 108 años lograr la misma duplicación. Esta desaceleración ha sido un factor clave en el aumento de la migración, el narcotráfico y el crimen organizado, reflejando una profunda descomposición social.
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