- El Gobierno de Nayib Bukele ha abierto una línea para que la gente denuncie a los “colaboradores” de las pandillas. Muchos salvadoreños han aprovechado el recurso para saldar venganzas personales con sus vecinos
Zedryk Raziel - San Salvador - El País
Ver. Oír. Susurrar. Hablar en voz baja para no ser escuchado. Denunciar al vecino desde el anonimato. La omertà o ley del silencio que habían impuesto las pandillas a los salvadoreños —ver, oír y callar— se ha transformado en una nueva práctica común en el país centroamericano: enviar a los supuestos colaboradores de las maras a la cárcel con una llamada anónima a la policía. Muchos de los que han acabado en la cárcel acusados de “asociación delictuosa” fueron denunciados por sus propios vecinos. Muchos de ellos, también, son inocentes. El Gobierno de Nayib Bukele ha creado una base social de ciudadanos que han pasado a convertirse en informantes, delatores, vengadores, un rasgo común de los regímenes autoritarios que extienden sus tentáculos a lo más recóndito de la sociedad gracias a una multiplicidad de ojos y oídos dispuestos a vigilar al otro y a entregarlo. En cada persona anida un gendarme.
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