Jesús Silva-Herzog - El Siglo de Torreón
El discurso oficial abraza nuevamente el nacionalismo. Eso que Jorge
Cuesta denunciara en su tiempo como una coartada de la mediocridad, ha
vuelto a ocupar el centro del discurso público. Mexicanismo: la ilusión de que a
México le basta lo propio. Pensar que lo
nuestro es, por el hecho ser nuestro, lo
mejor, lo más valioso. Ver lo extranjero
como algo que, por el hecho de venir de
fuera, es despreciable. Para nosotros, lo
nuestro y solo eso. Cerrar los ojos a lo que
acontece afuera. Callar cualquier opinión
sobre lo que sucede detrás de frontera. No
necesitamos de los otros. No tenemos nada que aportarle a los demás. La ciencia
de los otros es sospechosa. La cultura de
los otros nos amenaza.
El viejo nacionalismo no era aislacionista. De hecho, el nacionalismo postrevolucionario era fundamento de una política internacional activa e intensa. El
país tenía una posición en el mundo. Era
un actor visible, defendía sus intereses y
su visión en el ámbito global. Tuvo una
posición frente al fascismo. Plantó cara a
las dictaduras.
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