José Blanco / La Jornada
Después de una apacible y
bella noche estrellada, o de una interminablemente larga, negra de tono
espanto, el crepúsculo matutino irremediablemente termina por asomarse
en el confín del horizonte, con su sonrisa anaranjada, anunciando que el
sol está por salir. Una aurora como esa comienza a prefigurarse
precisamente en la tierra del sol naciente, al tiempo que puede llegar a
término el túnel que artificialmente fue creado por los dioses
infernales de la finanza internacional. Artificial porque fue producto
de artificios, no era una necesidad histórica.
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