Por Masatsugu Asakawa - El Economista
La magnitud de la crisis climática puede hacer que incluso las instituciones más grandes del mundo se sientan impotentes. Pero si los bancos multilaterales de desarrollo emprenden un cambio de mentalidad, pueden hacer mucho más para combatir el calentamiento global, y más rápido, con los recursos sustanciales que administran
MANILA – Vivimos en un mundo azotado por crisis, guerras, enfermedades y penurias económicas que han tenido un efecto terrible en el bienestar humano en los últimos años. Lo más alarmante de todo es el impacto cada vez más nocivo del cambio climático, que pone en riesgo la existencia misma de innumerables especies, inclusive la nuestra.
Se nos está acabando el tiempo para solucionar el problema. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático recientemente advirtió que la temperatura del planeta probablemente aumente 1.5°C por encima de los niveles preindustriales en los próximos 10 años, y que superará ese umbral crítico si no se implementan reducciones inmediatas y masivas de las emisiones. Podríamos estar entrando en un ciclo de fatalidad en el que las consecuencias del cambio climático distraigan la atención y desvíen los recursos destinados a abordar sus causas, obstaculizando aún más el progreso en tanto los efectos se agravan.
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