León Bendesky - Periódico La Jornada
Hablar del fenómeno de la inflación ya no es noticia. El proceso, ahora firmemente arraigado, ha dominado la atención pública y el quehacer de las autoridades monetarias. A escala mundial el índice de precios al consumidor registró en 2008 niveles mensuales del orden de 8.5 por ciento; a partir de entonces la tendencia fue descendente hasta llegar a niveles de 2 por ciento en 2020 y a partir de 2021 el quiebre hacia arriba se ha sostenido. En Estados Unidos es de 8.3; en el área del euro el alza de los precios ronda 10 por ciento mensual. En México el índice de precios al consumidor llegó a 8.7 por ciento en septiembre.
Las razones generalmente señaladas se refieran a las secuelas de la gestión fiscal y monetaria de la pandemia, con la inyección de una gran cantidad de dinero para mantener el consumo de la población y sostener la operación de las empresas. Este escenario se complicó con la escasez de distintos insumos necesarios para la producción como los microchips, la subida de los costos del transporte asociado con el alza de los precios de los energéticos y las repercusiones de la guerra lanzada por Rusia en contra de Ucrania que ha generado un impacto adicional en el mercado del petróleo, el gas, el trigo y los fertilizantes.
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