- Algunos albergues en México comienzan a saturarse ante la llegada de personas que esperaban un cambio de la política migratoria de Biden
Luis Pablo Beauregard - McAllen (Texas) - El País
Erold, un haitiano de 25 años varado en la frontera desde hace dos meses, tiene un mensaje para el juez Robert Summerhays: “No mezcle la vida de la gente con la política”. Hasta esta brecha de tierra a pocos metros del Río Bravo llegó la noticia de que un magistrado de Luisiana, a casi 1.000 kilómetros de ese río color verde que separa México de Estados Unidos, ha dejado en pie una norma sanitaria que permite expulsar rápidamente migrantes por una pandemia que ya pocos recuerdan. “Queremos cruzar legalmente. Todos los haitianos queremos ir a trabajar y vivir en paz”, dice en inglés Erold, quien era maestro en Puerto Príncipe, la capital de Haití. La decisión judicial anunciada el pasado viernes, que mantiene la expulsión en caliente de los migrantes que crucen la frontera sur de Estados Unidos desde México, extendió indefinidamente el limbo al que este inmigrante y cientos como él están condenados desde hace meses.
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