Arturo González González - El Siglo de Torreón
El presidente de Estados Unidos, Donald
Trump, está usando el poder público para beneficiar intereses económicos privados. Por
supuesto que esto no es ninguna novedad. Otros
presidentes lo han hecho. La novedad radica en la
forma descarada en la que Trump lo está haciendo. Parece que su intención, o la del grupo de poder que lo respalda, es que, a partir de una reconfiguración de la relación Estado-capital, se fortalezcan las ventajas de su país respecto a otras potencias en un momento de alta competencia interestatal. Una época que bien podríamos llamar
como neoimperialista y que guarda algunas semejanzas con la que experimentó el mundo a finales del siglo XIX y principios del XX, tras el auge del liberalismo burgués y la expansión del capitalismo bajo la hegemonía británica. En conceptos de Eric Hobsbawm, la era del capital fue
seguida por la era del imperio.
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