- Los detenidos por la tragedia de Chihuahua dijeron que querían jugar a los secuestradores
JAN MARTÍNEZ AHRENS / México / El País
La infancia puede ser un espejo o un infierno. En la colonia Laderas de San Guillermo, el pasado jueves, fue las dos cosas. Ahí, muy cerca de los muros de la prisión de Chihuahua, el pequeño Christopher, de 6 años, fue arrastrado a una pesadilla de la que México aún no ha despertado. Dos primos y tres amigos, de 11 a 15 años, le tomaron de la mano para "jugar a secuestradores" y acabaron matándole tras una larga e indescriptible tortura. En un país donde a la muerte se le erigen altares, este crimen ha desbordado diques y, con su componente infantil, ha puesto a muchos ciudadanos ante el espejo enfermizo de la ultraviolencia. Un fenómeno que Chihuahua conoce bien.
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