Raymundo Riva Palacio / Eje Central
Por miedo, conveniencia o por necesidad, a lo largo de los últimos años los políticos se han entreverado con Los Caballeros Templarios,
como se rebautizó el cártel de La Familia Michoacana. No ha habido
partido importante ajeno a esa dinámica que les inyectó testosterona a
los criminales y creó un clima, a veces incluso más allá de una
percepción, de impunidad. Las historias secretas en Michoacán muestran
la claudicación del Estado Mexicano ante un grupo delincuencial y pinta la complejidad del fenómeno de la violencia y la debilidad de las instituciones.
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