Samuel García - El Sol de México
El relevo en Hacienda nunca pasa desapercibido. Edgar Amador cumplió seis meses desde que se convirtió en el responsable de mantener a flote las finanzas públicas, después del tiradero que dejó López Obrador. El primer balance es obligado.
Su llegada fue tersa: formación pública (UNAM y Colmex), trayectoria ascendente, y respaldo político. En un gabinete marcado por la política, Amador se presenta como un economista de perfil técnico, capaz de dar continuidad sin provocar turbulencias.
Su gran prueba es el Paquete Económico 2026, que apuesta por disciplina fiscal con un crecimiento de 1.8% a 2.8% y un déficit reducido a 4.1% del PIB. El plan luce optimista y difícil de alcanzar en ciertos rubros. Proyecta una recaudación que crece 5.7% real, más inversión pública aunque insuficiente, un creciente gasto social y de pensiones, y un costo financiero a contener. El reto es grande: crecer con estabilidad mientras se financia a Pemex, que consume grandes recursos para pagar su deuda, y convencer a los mercados que la deuda está bajo control.
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