Rolando Cordera Campos - Periódico La Jornada
Cuando en un país anda de capa caída la inversión, en especial la pública, y las necesidades de gasto gubernamental se agolpan sobre una hacienda pública famélica, el enigma siempre presente en la economía se vuelve cruel. Por dónde caminar y a qué paso se torna ecuación abusiva y todo parece bloqueado, aumentado en su dificultad por la persistencia de todo tipo de dogmas y fetichismos financieros y hasta fiscales. El hecho es que la necesidad de crecer y hacerlo en atención a unos requerimientos laborales todavía en ascenso ha pasado a ser entre nosotros casi palabra prohibida, pretensión desmedida o de plano irresponsabilidad intelectual.
Así es nuestra triste situación, lo que no soslaya la exigencia mayor de reconstruir un patrón de crecimiento hoy incapaz de generar empleos buenos y permanentes, así como excedentes que den sustento a una política social redistributiva, basada precisamente en el trabajo y el empleo bien remunerados. No ven así las cosas por Palacio, donde la autosatisfacción marca el paso de las angustias.

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