Carlos Ramírez - El Independiente
El discurso oficial sobre la crisis en Sinaloa con el Cártel del Chapo y Estados Unidos quedó atrapado con cualquiera de los argumentos: si México no supo del traslado de familiares del cártel a Estados Unidos, malo; si sí lo supo y tiene que apoyar con pasividad la estrategia estadounidense, malo también.
Lo único cierto es que la estrategia de seguridad nacional de México en el delicado tema del narcotráfico y las relaciones con Estados Unidos se encuentra en una severa crisis, porque la Casa Blanca ha tomado iniciativas en esa materia ya ha ido acumulando decisiones unilaterales: acusaciones de narcoterrorismo a capos, el secuestro del Mayo Zambada, las negociaciones directas con el Chapo Guzmán y sus hijos Ovidio y Joaquín, el traslado de familiares del cartel a Estados Unidos bajo el modelo de testigos protegidos, el uso de visas como instrumento político y de presión.
Y vienen más cosas: el aterrizaje del exagente de la CIA y Boina verde, Ronald Johnson, en la embajada americana en México, los preparativos de Estados Unidos para aplicar sus leyes extraterritoriales de corrupción contra mexicanos, indagatorias terminadas sobre impresionantes cuentas bancarias de políticos, funcionarios y delincuentes mexicanos en bancos de EU, la intentona de gravar las remesas porque ya descubrieron que ahí se está dando lavado de dinero del narco de EU hacia México, los primeros arrestados como prisioneros de guerra al cruzar y pisar territorio americano como narcos o migrantes por la militarización territorial, la parálisis de los consulados mexicanos en Estados Unidos por la agresiva estrategia de arrestos y deportaciones, son otros de los elementos que están en la agenda prioritaria de Estados Unidos con México.

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