Jorge Zepeda Patterson - Milenio
Mauricio Ledesma
Quizá la verdadera respuesta para abatir al crimen organizado no esté en las habilidades de Omar García Harfuch, sino en la capacidad de Claudia Sheinbaum para reorientar al gabinete económico a tareas de seguridad. Y es que no hay capacidad de fuego que alcance, ni investigación criminalística que neutralice la velocidad con la que los cárteles reproducen sus fuerzas. Las bajas que han sufrido los sicarios habrían debilitado a cualquier ejército, pero no es su caso. Su capacidad para reclutar personal, comprar armas, corromper e infiltrar autoridades parece inagotable. Podría asumirse que la mayor parte de los asesinatos en México están relacionados con personas vinculadas a las actividades criminales; casi siempre por ejecuciones y enfrentamientos entre ellos mismos. Durante años la cifra anual de asesinatos rondó las 35 mil personas y aunque descendió a 27 mil en 2024, el sexenio cerró con casi 200 mil. Para cualquier fuerza militar sería una merma severa, pero no para el crimen organizado. Su fortaleza no disminuye.
Omar García Harfuch, secretario de Seguridad, informó hace unos días que han sido detenidas 20 mil personas por delitos de alto impacto en los siete meses que llevamos de gobierno. Un esfuerzo que se agradece frente a la laxitud llamada “abrazos no balazos” de la administración anterior. Algo se ha conseguido a juzgar por la paulatina disminución en el número de asesinatos por día, que de 100 hace seis años ha bajado a 70. Pero lo que vemos en Sinaloa, donde las fracciones del cártel local siguen en su brutal guerra fratricida pese al enorme esfuerzo del Estado mexicano para detenerlo, deja en claro que la potencia de los capos apenas ha sido arañada.

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