Lorenzo Meyer - Diario de Yucatán
Si se acepta a) que la esencia de la actividad política es determinar quién consigue qué, cómo y cuándo (Harold D. Laswell, 1936) y b) que la democracia representativa es hoy el instrumento legítimo para responder a esas interrogantes, entonces es positivo que hoy en México los procesos electorales dentro y entre partidos sean la forma dominante del combate político.
A lo largo de nuestra historia las prácticas democráticas a nivel nacional han sido esporádicas y sus raíces actuales aún son débiles. Pese a ello, y no sin dificultades y contradicciones, nos estamos adentrando en un proceso electoral de gran envergadura que tiene características inéditas y reglas aún no muy claras, pero si logramos manejarlo bien redundará en un beneficio para todos como la nación.
En el origen del “viejo régimen” que surgió de la Revolución y que entró en crisis al final del siglo pasado, las pugnas generadas por los procesos de la sucesión presidencial fueron extremas y se desarrollaba casi por entero al interior del grupo que monopolizó el poder. En cualquier caso, a la oposición externa simplemente se le condenó a la irrelevancia o la rebelión. Inicialmente ladisputa al interior de la élite gobernante se superó con sangre. En 1920 la sucesión de Carranza se zanjó con su asesinato y en 1924 la de Obregón se resolvió en el campo de batalla.
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