Serpientes y Escaleras
Salvador García Soto - Expreso
La estridencia, los adjetivos y las descalificaciones, que igual se refieren a posiciones políticas que a asuntos personales y hasta cuestionamientos de "moralidad", se han apoderado del Congreso mexicano. En medio de la polarización política y la división que enferma al país, las Cámaras legislativas son fiel reflejo de la distorsionada visión política que impera en este sexenio. El ataque, la insidia y la descalificación, impuesta y atizada desde el mismo jefe del Estado, han permeado a los tres Poderes de la Unión y a la misma sociedad que asiste —unos fascinados, otros excitados y los más decepcionados y asqueados— a un debate político del nivel más ínfimo, en el que, a falta de argumentos, prevalecen los gritos y la violencia verbal.
Un buen ejemplo de ello es lo que sucedió ayer en el Senado de la República, donde un debate trascendental para el futuro del país y de los ciudadanos, el de la militarización de la seguridad pública, se tornó en una suerte de arena romana en la que lo mismo los oficialistas que los opositores buscaban, más que parlamentar, hacerse pedazos unos a otros. La razón es lo que menos se exigía o aparecía en la tribuna senatorial a la hora de explicar por qué el Ejército tiene que continuar en las calles y a cargo de la seguridad civil hasta el 2028 o por qué no debiera hacerlo. Las descalificaciones fueron subiendo cada vez más de tono y se salieron de control sin que hubiera.
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