México SA
- Nombramientos y errores de origen
- ¿Dónde quedó el control de calidad?
Carlos Fernández-Vega - Periódico La Jornada
▲ Antonio Martínez Dagnino (derecha) pasó de administrador general de Grandes Contribuyentes a titular del SAT. Toma la estafeta para mantener y acrecentar los resultados de la recaudación tributaria en el país. En la foto aparecen Raquel Buenrostro, secretaria de Economía, y Adán Augusto López, de Gobernación.Foto Presidencia
Una mala, otra buena: la primera, que el Servicio de Administración Tributaria (SAT) pierde a una gran funcionaria, Raquel Buenrostro, quien en dos años y casi 10 meses al frente de esa institución logró incrementar la recaudación de forma sustancial, amén de que los grandes corporativos, siempre protegidos por el régimen neoliberal, se vieron en la penosa necesidad de pagar impuestos olvidados; la segunda, que ese mismo personaje ahora es secretaria de Economía, es decir, otra área estratégica que permaneció en el limbo durante los primeros cuatro años del gobierno actual y que en sexenios previos sólo sirvió para hacer pingües negocios privados a costillas de la nación.
Pierde una de las instituciones estratégicas del Estado, el SAT, pero gana otra de gran relevancia, Economía, porque ya es hora de que alguien, con la camiseta puesta, eche a caminar a esa secretaría del Ejecutivo que lleva décadas nadando de muertito. Tal vez el error fue de origen, porque la primera titular de esta dependencia en el gobierno de la 4T, Graciela Márquez Colín, pasó de noche y la segunda, Tatiana Clouthier, se mantuvo con los ojos cerrados durante el año y nueve meses que se mantuvo en el cargo. Se fue a la porra (ella misma dixit), pero en los hechos ninguna de las dos debió ocupar la silla principal de la citada dependencia, especialmente en un periodo delicado en el que la creatividad, el impulso a la producción y el cambio de paradigma (como les encanta decir a los tecnócratas) debieron ser norma. Pero no: ambas flotaron en su barquito de papel y nada hicieron para impulsar la transformación, en el supuesto, el suyo, de que no hay mejor política industrial que la que no existe, es decir, la norma dentro del régimen neoliberal.
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