- La falta de estándares internacionales choca con las iniciativas para construir un tejido empresarial más responsable
Varios vehículos eléctricos Model Y ruedan durante la inauguración de la fábrica de Tesla en Berlín, en marzo. PATRICK PLEUL (DPA/PICTURE ALLIANCE VIA GETTY I)
María Fernández - Vigo - El País
El empresario Elon Musk estalló en Twitter (una de tantas veces) la pasada primavera cuando S&P eliminó a Tesla, el mayor fabricante de coches eléctricos del mundo, de su índice 500 ESG, un listado de empresas que cumplen con ciertos estándares ambientales, sociales y de buen gobierno. En esa clasificación —que suma una rentabilidad del 13% en los tres últimos años—, la petrolera estadounidense Exxon está entre los 10 valores más sostenibles del planeta.
“S&P 500 ESG es una estafa. Ha sido construido por falsos guerreros de la justicia social”, atacó el empresario. Tenía motivos para estar enfadado: las acciones de una compañía que sale de un índice pueden perder valor, porque muchos fondos de inversión indexados hacen coincidir sus carteras con las referencias a las que siguen. Y hay montones de índices con ese enfoque supuestamente sostenible que responde a las siglas en inglés de Environmental, Social and Governance. MSCI, por ejemplo, es el mayor proveedor mundial de clasificaciones ESG, con más de 1.500 de renta variable y fija. Responden a una corriente motivada por las preocupaciones sobre los cambios sociales y las crecientes complejidades a las que se enfrentan las empresas, más visibles que nunca en este verano de sequía, incendios y altos precios.

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