Horacio Cárdenas Zardoni - El Diario de Coahuila
Antes que Morena triunfara en la elección de 2018, la ciencia política tenía como dogma de fe que la izquierda mexicana jamás se haría del poder público en México porque simplemente era imposible que las múltiples corrientes pudieran cohesionarse en un solo ente para capitalizar si no la simpatía del electorado, por lo menos el descontento del pueblo para con los partidos que habían gobernado a la nación.
Todavía después de que el Partido de la Revolución Democrática perdiera la elección presidencial del año 2012, en la que era candidato Andrés Manuel López Obrador, la decisión de este fue cortar por lo sano, y reestructurar la izquierda bajo un proyecto totalmente nuevo, hecho a su imagen y semejanza, como un traje a la medida.
En aquel tiempo muchos auguraron que Morena correría el mismo proceso del PRD, y antes el PSUM, y antes una gran cantidad de partidos y alianzas, que pese al entusiasmo inicial por su conformación, no lograban mantener la unión, y es que buena parte del problema consiste en que todo el mundo siente, y además así lo expresa, que tiene la razón, y que son los demás los que no solamente deben plegarse a lo que dice, sino rendirle pleitesía como iluminado, y aceptar ciegamente su liderazgo.
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