- El neoliberalismo actual obliga a asumir una complejidad socio-económica férreamente entrelazada con la política.
Rolando Cordera - El Financiero
En un agudo libro escrito luego de la primera tormenta global del nuevo siglo, el estudioso inglés Colin Crouch acuñó un título demoledor: “La misteriosa no muerte del neoliberalismo” (The Strange Non Death of Neoliberalism, Polity Press, Cambridge, UK, 2011). En su opinión, ni aquella ola de devastación financiera y económica ni las siguientes serían suficientes para borrar del mapa esa configuración que no es solo ideológica sino de poder, no solo metropolitano sino global.
El neoliberalismo del que hablamos puede tener mucho que ver con lo ideado por los apóstoles del mercado mundial unificado encabezados por su prior Von Hayek, pero en el fondo y ahora ya en la superficie tenemos que admitir que se trata de un sólido edificio argumental y de poder con alcances más que globales. Sobretodo si tomamos en serio la aseveración de Branko Milanovic de que por primera vez el mundo y su economía se organizan por un solo modo o forma de producción: el capitalismo.
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