domingo, 8 de agosto de 2021

DESIGUALDADES

Luis Rubio -El Siglo de Torreón

La desigualdad es uno de los más poderosos reclamos y demandas que ha enarbolado el presidente López Obrador y que anima a mucha de su base. Buenas razones hay para ello, lo que no equivale a que el presidente esté avanzando hacia su disminución: más bien, todo lo que hace parece orientado a acentuarla. La desigualdad es sin duda una de las características de nuestra sociedad pero, en lugar de desarrollar programas para resolverla, el Gobierno se ha abocado, como en todo lo que hace, a identificar culpables en lugar de soluciones. Mejor transferir la responsabilidad que asumir el reto de crear condiciones para que el fenómeno disminuya y eventualmente desaparezca. 

El tema no es nuevo. En años recientes, el reclamo por atender las desigualdades se eleva, en gran medida, paradójicamente, porque el avance en esta materia ha sido mucho, pero más lento de lo que la gente quisiera. La paradoja es clave porque el presidente utiliza las diferencias sociales como instrumento de polarización sin reconocer la naturaleza del fenómeno: la gran mayoría de la población ha avanzado en las últimas décadas, pero unos han avanzado mucho más rápido que otros. Es decir, las reformas que tanto reprueba el presidente permitieron que casi toda la población mejorara con celeridad, pero el hecho de que algunos se enriquecieran en el camino creó expectativas de un avance más rápido para todos, lo que ciertamente no se ha dado. La pregunta es por qué.

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