- Los 52,4 millones de personas que viven en la pobreza y casi el 60% de los que trabajan en la informalidad asumen con terror al hambre las medidas del Gobierno para enfrentar la epidemia
Patricia Juárez en el Metro de Ciudad de México de camino a Ecatepec. FOTO | VIDEO: FRED RAMOS
Las manos redondas de Patricia Juárez Camacho, de 47 años, abren nerviosas una bolsa de mascarillas quirúrgicas en el andén. Mira a su alrededor y señala: “Me da pena. Ya verá, nadie las lleva”. Al abrirse las puertas, la observan unos 50 pasajeros cansados, con surcos oscuros bajo los ojos, pegados hombro con hombro, las manos aferradas a las barras metálicas, con la frente húmeda del sudor que ya traen y el nuevo, ese que se traspira en el Metro de Ciudad de México, porque la única ventilación que hay es la de unas ventanillas abiertas que dejan pasar el aire sucio de los túneles. La mascarilla se pega a la piel, y ahoga. La realidad subterránea de México no sabe de coronavirus, pero sí de supervivencia. Antes incluso de que se desatara la pandemia. Por eso todos miran a Patricia. En este punto de la capital, quien se coloca un cubrebocas es de los pocos afortunados que tiene menos cosas de las que preocuparse.
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