- Los adolescentes que lideran la huelga climática encarnan la más importante adaptación al planeta en colapso y demuestran que están más cerca de los pueblos de la selva que de sus abuelos de tradición europea
En mayo terminé una charla sobre la Amazonia y la creación del futuro, en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, afirmando que la esperanza, al igual que la desesperación, es un lujo que no tenemos. Con un planeta que se está sobrecalentando, no hay tiempo para lamentos ni melancolías. Tenemos que movernos, aun sin esperanza. Al terminar, un gran empresario brasileño hizo una manifestación apasionada en defensa de la esperanza y parte del público lo aplaudió con entusiasmo. La esperanza, y no la destrucción acelerada de la Amazonia o la emergencia climática global, fue el asunto del debate que siguió. Algunos entendieron que yo era una especie de enemiga de la esperanza y, por lo tanto, una enemiga de (su) futuro. La reacción revela este momento en que una jovencísima generación, la de los niños y adolescentes, le ha puesto el dedo en la cara a los adultos y le ha ordenado que crezcan.
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