Como si nada fuese a pasar o haya pasado, la sociedad políticamente activa se vuelve también festiva bajo el influjo del carnaval político de las elecciones. Como si se tratara del tiro al blanco de las ferias o de subir a la rueda de la fortuna, los festejantes apuestan a las encuestas y escudriñan los momios sobre el debate de este domingo.
Todo es juego pues, aunque debajo de los jugadores y sus respectivos juglares haya otras danzas y danzantes: rencor y desazón, decepción y despecho. Pocas veces hemos asistido a una escisión tan onda en nuestra convivencia como comunidad que la vivimos en estos días y años y que la justa electoral en vez de coadyuvar a cerrar puede volver más profunda y amplia.
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