En una de sus visitas a una zona afectada por los derrumbes provocados por los terremotos, alguna voz salió de la multitud increpando al presidente Peña Nieto: “¡agarra una pala”! El shock social no pudo razonar que el jefe del ejecutivo no es un rescatista a ras de escombros, sino el responsable de diseñar los decretos para atender a los afectados, fincar responsabilidades a los responsables de la imprevisión y definir la reconstrucción.
El enojo y el sentimentalismo suelen dominar el corto plazo de las tragedias. Como en 1985, se destaca hoy que la “sociedad civil” desbordó/rebasó/superó al gobierno. Y fue cierto, pero con una breve aclaración: el gobierno carece de rapidez y recursos humanos suficientes para suplir a toda la sociedad. A los nueve días, la sociedad se tuvo que replegar para que las fuerzas gubernamentales profesionales terminaran el trabajo.
Tres efectos de los terremotos tienen que colocarse bajo el análisis racional:
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