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A los políticos les pasa un poco como a los actores, que una vez que son encasillados en un tipo de papel —villano, cómica, chico borde, abuelita adorable— es muy difícil para el público verles en otro tipo de personaje. Sencillamente no les parece creíble. Hay casos notables como el del británico Sean Bean, quien haga de terrorista irlandés o de Mano del Rey siempre acaba igual: muerto. El interpréte ya solo pide a los guionistas que le dejen acabar una historia. No es el único. El británico John Hurt tiene el récord con 43 personajes finiquitados antes del The End.Cuando los políticos acostumbran a su electorado a unas formas es muy complicado hacerle ver que pueden tener otro perfil.
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