Si los priístas en realidad quisieran reasumir el control del partido desde las bases, entonces su problema no estaría en los candados de militancia engañosa, sino en la redefinición del proyecto neoliberal de partido, de Estado y de ideología priísta que le impuso Carlos Salinas de Gortari desde el Plan Global de Desarrollo de 1980 a la firma del tratado comercial con los EE.UU. en noviembre de 1993 y que se ha extendido hasta el 2018.
Y si bien los priístas lograron reinsertar el concepto de Revolución Mexicana en la declaración de principios del partido en su XVIII asamblea de noviembre de 2001 --ya en la oposición--, su programa de gobierno siguió siendo, hasta las reformas de 2013-2014 que aprobó Peña Nieto con el voto del PAN y del PRD, el del salinismo neoliberal.
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