Rolando Cordera - Periódico La Jornada
En prácticamente cada acontecimiento de la vida pública se encuentra el abandono, el desafane o el olvido de los funcionarios y agencias responsables. Sean Tláhuac o el socavón, Guerrero todos los días, o los mil y un accidentes en las carreteras, debidos a la sobrecarga de los camiones, o el estado lamentable de la infraestructura educativa o de atención a la salud, el veredicto es unánime: el órgano desconoce la función, se olvida de la misión o nadie asume las insuficiencias (re)conocidas pero nunca atendidas de las capacidades instaladas. Se trata de la cultura de la indolencia instalada en la vida misma del Estado.
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